lunes, octubre 19, 2009

Salvavidas de un adicto

En los primeros post de este blog les hable de mi amiga Pebbles. En la repartición de talentos saco varios primeros lugares: encantadora, bellísima, guapa, inteligente, empresaria, excelente mamá, gran anfitriona, una diosa de mujer. Hoy está sumida en la adicción a la coca, arruinada económica y físicamente, perdió su empresa, su relación de pareja, sus amistades. Navega entre crisis maniacas y serios episodios de sicosis contra las pocas personas que queremos ayudarlas. Yo soy la del turno en este momento. Se entero que contacté a su hermano para que la internara en rehabilitación, esto desató toda su furia contra mí. Se sintió traicionada por su mejor amiga y delatada frente a su familia. Ahora soy yo la culpable de todos sus pesares, me aborrece, me insulta, llegó a llamar a mi papá diciéndole que yo le había arruinado la vida, que mi máxima entretención era arruinarle la vida a los demás, que primero fue la vida matrimonial de Bond y que ahora era la de ella, que por mi culpa su familia no le hablaba mas, que todo era un invento mío que yo era una pérfida envidiosa.
Tuve que juntarme con mi papa, darle explicaciones y tranquilizarlo.
Pobre, que lástima, que desperdicio, me causa tanta pena lo mal que está, lo mal que lo pasa. Es una mujer tan cabrona como yo, que no se dejará ayudar hasta que simplemente no le quede ni un solo centavo. Opte por alejarme, me da igual si me insulta o habla pestes de mi, vasta oírla 5 minutos para notar lo desquiciada que está, mi alejamiento no va por ahí, comprendí que no es posible ayudar a alguien que no quiere ser ayudado, que los adictos se aferran a uno como quien encuentra un salvavidas en medio del mar y con él pretender cruzar el océano hasta llegar a tierra firme. Lo mejor que uno puede hacer es quitar el salvavidas (alejarse) para que el adicto se de por vencido, superado y esté dispuesto a subirse a un nuevo barco que la rescate (internación), con el miedo siempre latente que si no cumple será devuelta al inmenso mar de dolor, esta vez sin barcos cerca.
Lo he pensado mucho, mis primeros intentos por ayudarla eran porque temía a que intentara suicidarse, es verdad, es una posibilidad siempre latente y real, pero ella no está en condiciones de entender eso, ni siquiera está en condiciones de comprender lo mal que está. Mi compañía y amistad le impedían tocar fondo y la alejaban para aceptar ayuda efectiva. Si se mata en el intento lo sentiré por siempre.


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