Los regalos de Bond

Jamás había recibido tantos regalos como los que Bond me ha dado. Me regalo escalofríos que recorrieron mi espalda y nerviosismo de adolescente cuando tomó mi mano para evitar que cayera y mi cintura para no resbalarme, esa primera vez que salimos de paseo por Concepción. Cosquillas en la guata una vez que acomodó mi chasquilla en mi frente mientras tomábamos un café. Taquicardia de emoción cuando me tomó en sus brazos y acerco su cuerpo al mío para despedirse en un estacionamiento público. Me ha regalado más de 50 canciones de amor, cientos de paisajes y millones de miradas llenas de ternura que me conmueven el alma. Cada vez que me besa me inyecta alegría y felicidad. El maravilloso regalo de sentirlo al lado mío cuidándome y velando mis noches y miles y miles de caricias que han compensado los años de no haberlo conocido. Me regala cientos de Te Amos que tanto añoraba escuchar. Me regaló la esperanza de volver a ser madre y me colma de placer cuando esta dentro de mi.
Si a todo esto le sumamos la pluma montblanc bañada en oro, el reloj finísimo que se ve divino en mi muñeca, las tenidas de Victoria Secret (un poquito siúticas, pero ponibles), el ultimo modelo de anteojos Oakley hecho para mi cara, una tenida completa incluido los calcetines Salomón para trotar , ramos enormes de rosas rojas que envía a mi casa , el ultimo equipo IPOD, los dos fines de semana en los mejores hoteles del lugar y un laptop Apple completamente equipado que insiste en darme y que aun me resisto en recibir, lo convierten en el hombre perfecto para mi.

Candy, definitivamente conquistada por los regalos de Bond.